Cerebros que lideran: entrenamiento mental a través de juegos de guerra y neurodidáctica.

Autor:

Víctor Xavier Enríquez Champutiz

Diplomado en Neurodidáctica

Fechas de Publicación: 16/06/2025

En las academias militares, el proceso de enseñanza no puede limitarse a la transferencia tradicional de conocimientos doctrinarios. La formación del oficial moderno exige un entrenamiento mental integral que le permita pensar con claridad, decidir con criterio y actuar con convicción bajo presión.

En este contexto, el aprendizaje basado en caos o los llamados juegos de guerra de las academias militares, se han consolidado como una herramienta didáctica poderosa, que transforma al aula en un escenario de decisiones estratégicas. A través de estos ejercicios, los alumnos militares “pasan de la teoría a la acción” en un entorno controlado, pero cargado de tensiones reales. No solo se evalúan conocimientos doctrinarios; se entrena la mente en la toma de decisiones, la gestión de la incertidumbre y el liderazgo en condiciones simuladas de combate, donde el error no implica la muerte, pero sí una oportunidad valiosa de aprender (Enríquez, 2023).

Sin embargo, para que el aprendizaje basado en caos sea realmente eficaz, debe anclarse en lo que la neurociencia ha descubierto sobre el funcionamiento del cerebro humano.

La entrenadora cerebral Ana Ibáñez, en su conferencia “Cómo entrenar tu cerebro para vivir mejor”, afirma que,

“cada vez que haces algo nuevo, estás activando nuevas conexiones neuronales” (Ibáñez, 2020).

Esta afirmación tiene respaldo en los estudios del neurocientífico estadounidense David Eagleman, quien afirma que,

“el cerebro es una máquina de predicción basada en experiencias pasadas, pero se modifica constantemente con el entrenamiento” (Eagleman, 2015).

En efecto, cada caso planteado en el escenario del juego de guerra obliga al alumno militar en todos los niveles de conducción a analizar, razonar, decidir y adaptarse, y es ese ejercicio el que genera neuroplasticidad.

Los estudios de la Dra. Mary Helen Immordino-Yang, neuroeducadora de la Universidad del Sur de California, confirman que,

“las emociones no son opuestas al pensamiento racional; son esenciales para la construcción del conocimiento profundo” (Immordino-Yang & Damasio, 2007).

Esto coincide con los planteamientos de Ibáñez, quien sostiene que “el cerebro aprende mejor con emoción y significado”. Por tanto, los juegos de guerra no deben ser ejercicios fríos o exclusivamente centrado en el proceso de planificación militar y sus planes en los diferentes niveles: deben integrar tensión emocional, dilemas morales y consecuencias simuladas, para que el cerebro del militar se active en su totalidad y el aprendizaje sea integral.

La evidencia empírica respalda esta perspectiva. Un estudio liderado por el Dr. Richard J. Davidson en la Universidad de Wisconsin reveló que los estudiantes que entrenan su atención, autorregulación emocional y pensamiento reflexivo presentan un mejor rendimiento en tareas complejas (hasta un 27% superior), en comparación con quienes reciben solo instrucción técnica (Davidson & Goleman, 2017). Estos hallazgos son consistentes con la lógica del Aprendizaje Basado en Casos, donde no se trata de memorizar procedimientos, sino de navegar en la ambigüedad o lo que se ha denominado escenarios VICA y decidir bajo presión.

Asimismo, un informe de la UNESCO (2021) destaca que las metodologías activas, como el aprendizaje basado en problemas y en casos, aumentan en promedio hasta en un 40% la retención de contenidos frente a clases expositivas tradicionales. La clave no está en la repetición mecánica, sino en el compromiso emocional y cognitivo con la situación presentada.

Como lo subraya la neuropsicóloga española María del Carmen Galindo,

“el aprendizaje significativo se da cuando el cerebro se ve forzado a integrar nuevas redes neuronales que resuelven un problema real, no cuando memoriza sin contexto” (Galindo, 2019).

Todos estos conocimientos trasladados a los juegos de guerra, tienen su explicación científica al momento de integrar emoción, presión, pensamiento táctico y colaboración, activan zonas cerebrales fundamentales: la corteza prefrontal dorsolateral (toma de decisiones), la amígdala (manejo del miedo), el hipocampo (memoria contextual) y la ínsula (empatía y conciencia de consecuencias). En conjunto, estas regiones permiten que el alumno militar no solo actúe, sino que comprenda por qué lo hace, cómo lo hace y con qué efectos. Esto da lugar a una memoria de largo plazo y a una transferencia más efectiva del conocimiento a situaciones reales.

“No se trata de hacer por hacer, sino de hacer con conciencia. Lo que no se entrena con intención, no se consolida”

Entrenadora cerebral Ana Ibáñez

Por ello, el entrenamiento cerebral de un alumno militar no puede ser accidental ni improvisado. Debe ser diseñado con intención pedagógica y fundamentado en evidencia científica. En palabras del neurólogo español Francisco Mora, “solo se aprende aquello que emociona” (Mora, 2013), y es precisamente esta emoción—canalizada en los juegos de guerra en entornos simulados, estructurados y desafiantes—la que transforma la experiencia de aula en una plataforma de transformación neuronal.

Cada juego de guerra debe ser entonces una experiencia educativa completa: con casos realistas, toma de decisiones en tiempo limitado, consecuencias visibles, y sobre todo, reflexión posterior. El análisis debe superar la forma de los planes y llegar a lo doctrinario con un sentido ético, cognitivo y emocional. Como lo explica Immordino-Yang, “pensar sobre lo que uno piensa es la forma más elevada de inteligencia” (2007), y esta metacognición debe ser parte del cierre estructurado del ejercicio.

Juegos de guerra en las Academia de Guerra de las Fuerzas Armadas del Ecuador

Metacognición: Capacidad de una persona para reflexionar, controlar y comprender sus propios procesos mentales durante el aprendizaje o la toma de decisiones.

  • Planificar antes de actuar (“¿Qué información necesito antes de decidir?”).
  • Monitorear durante la acción (“¿Estoy considerando todas las variables?”).
  • Evaluar después del resultado (“¿Qué aprendí de esta decisión?”)

De esta forma, el juego de guerra deja de ser una representación lúdica y se convierte en una metodología de entrenamiento cerebral. La preparación para el combate real comienza con la formación de un cerebro capaz de decidir en entornos complejos. Es aquí donde la neurociencia y la educación militar convergen con más fuerza.

Cuadro de las funciones cognitivas fortalecidas en el juego de guerra desde una visión neurodidáctica.

Elemento FortalecidoDescripción NeurodidácticaÁreas Cerebrales InvolucradasDe la teoría a la acción
JuicioCapacidad para evaluar múltiples variables tácticas, éticas y operativas al decidir.Corteza prefrontal dorsolateralDecidir entre atacar o evacuar una base vulnerable.
Empatía tácticaEntender el impacto en DH de las decisiones en la población civil o DIH para combatientes.Ínsula, sistema límbicoAnticipar cómo una orden afecta la moral del órgano de maniobra.
Memoria operativaRetener y procesar datos relevantes en tiempo real durante el desarrollo de la operación.Corteza prefrontal ventrolateral, hipocampoRecordar rutas, amenazas y objetivos durante una misión simulada.
Pensamiento estratégicoCapacidad para anticipar escenarios, articular acciones tácticas con efectos estratégicos.Corteza prefrontal medial y redes ejecutivas avanzadasDiseñar un plan que asegure estabilidad post-operación.
Elaboración propia

Por lo expuesto, se establecen recomendaciones prácticas para los docentes militares (La Facultad), para entrenar su cerebro para diseñar, guiar y evaluar el juego de guerra:

  1. Incorpore tensión emocional controlada: Diseñe casos que impliquen dilemas éticos, presión temporal o consecuencias simuladas reales. Según Immordino-Yang (2007), “la emoción es el motor del pensamiento profundo”.
  2. Permita el error y valore el proceso: Cree espacios seguros donde equivocarse no solo esté permitido, sino que sea parte del aprendizaje. El cerebro aprende más cuando se activa el circuito del error con retroalimentación positiva (Davidson & Goleman, 2017).
  3. Use pausas metacognitivas: Durante el desarrollo del caso, haga preguntas que obliguen a los estudiantes a detenerse, pensar sobre lo que piensan y justificar sus decisiones. Esto fortalece la corteza prefrontal (Eagleman, 2015).
  4. Proporcione retroalimentación multisensorial y personalizada: No limite el debrief a una calificación; incluya análisis verbal, visual (mapas de decisión), corporal (posturas y reacciones). Esto favorece la consolidación sináptica (memoria largo plazo) (Mora, 2013).
  5. Fomente la visualización anticipada: Antes de iniciar el ejercicio, invite a los alumnos a imaginar los escenarios, roles y decisiones. Visualizar en forma activa las redes neuronales similares a las de la acción real (Galindo, 2019).
  6. Contextualice doctrinal y emocionalmente: Vincule el caso tanto con la doctrina institucional como con valores y lecciones de vida, integrando el componente operativo con el formativo. La memoria emocional, al estar asociada al significado y la experiencia personal, tiene una mayor persistencia en el tiempo (Ibáñez, 2020).
  7. Evalúe con enfoque neurodidáctico: Considere no solo la exposición, sino el nivel de activación cognitiva, adaptación, reflexión y liderazgo mostrado por el alumno militar durante el proceso.

Por su parte las recomendaciones para el alumno militar de cómo enfrentar el juego de guerra como entrenamiento cerebral:

  1. Regula tu estado mental antes de iniciar: Enfrenta cada juego de guerra como una oportunidad real de crecimiento. Haz respiraciones profundas y focaliza tu atención. La atención plena activa el sistema reticular ascendente (Davidson & Goleman, 2017).
  2. Activa tu pensamiento estratégico con visualización previa: Imagina los posibles escenarios y decisiones antes de empezar. Esto prepara al cerebro para reaccionar con mayor rapidez (Eagleman, 2015).
  3. Acepta la incertidumbre como parte del ejercicio: No busques la respuesta correcta, busca el razonamiento adecuado. Tu cerebro se fortalece cuando tolera la ambigüedad (Immordino-Yang, 2007).
  4. Reconoce y Gestiona tus emociones, no las suprimas: Identifica el miedo, la duda o la frustración y aprende a canalizarlas con equilibrio. La inteligencia emocional no consiste en eliminar las emociones, sino en comprenderlas y regularlas para que potencien, en lugar de obstaculizar, la toma de decisiones compleja (Ibáñez, 2020).
  5. Enfócate en el proceso, no solo en el resultado: Pregúntate cómo estás pensando, qué información usas y por qué decides lo que decides. Esto activa la metacognición (Mora, 2013).
  6. Reflexiona tras cada ejercicio: Escribe tus errores, aciertos, decisiones y sensaciones. Revisar lo vivido activa la consolidación de la memoria de largo plazo (Galindo, 2019).
  7. Duerme bien y aliméntate saludable antes del juego: El hipocampo y la corteza prefrontal rinden más con sueño y glucosa adecuados. El cuerpo es el primer sistema de soporte del cerebro militar.

En definitiva, los juegos de guerra, cuando se fundamentan en principios neurodidácticos y se orientan al desarrollo del Aprendizaje Basado en Casos, dejan de ser simples ejercicios doctrinarios para convertirse en verdaderos laboratorios mentales donde se forma el juicio, la adaptabilidad y la conciencia estratégica del futuro oficial. Este enfoque potencia no solo el rendimiento operativo, sino también la toma de decisiones éticas, la empatía táctica, la memoria funcional y el pensamiento crítico, aspectos indispensables en escenarios de alta complejidad e incertidumbre.

Las ventajas de este proceso son evidentes: mejora la capacidad de análisis bajo presión, fortalece el liderazgo consciente, permite consolidar conocimientos a largo plazo y prepara al militar para actuar con autonomía, resiliencia y visión integral.

Como toda capacidad estratégica, el pensamiento también se entrena, se ajusta y se actualiza. El arma más poderosa del militar no es la que dispara, sino la que piensa. Y como todo sistema de armas avanzado, el cerebro también necesita mantenimiento, entrenamiento y doctrina. Comprender esto no solo transforma la forma de enseñar, sino también la forma de servir y liderar.

“Quien no asume el desafío de proponer algo distinto, se resigna a permanecer en los márgenes de la mediocridad.”

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  • BIBLIOGRAFÍA ANALIZADA

Davidson, R. J., & Goleman, D. (2017).  Altered Traits: Science Reveals How Meditation Changes Your Mind, Brain, and Body. Avery.

Eagleman, D. (2015).  The Brain: The Story of You. Pantheon Books.

Enríquez, V. (2023).  De la teoría a la acción: juegos de guerra como método de enseñanza. Blog Democracia y Educación Militar. Recuperado de: [https://vxenriquez.art.blog/blog/democracia-y-educacion-militar/teoria-a-accion-juegos-de-guerra/](https://vxenriquez.art.blog/blog/democracia-y-educacion-militar/teoria-a-accion-juegos-de-guerra/)

Galindo, M. C. (2019).  Neuroeducación emocional. Editorial CCS.

Ibáñez, A. (2020).  Cómo entrenar tu cerebro para vivir mejor \[Conferencia]. YouTube. [https://www.youtube.com/watch?v=e-Xg-OLBS0o](https://www.youtube.com/watch?v=e-Xg-OLBS0o)

Immordino-Yang, M. H., & Damasio, A. (2007).  We Feel, Therefore We Learn: The Relevance of Affective and Social Neuroscience to Education. Mind, Brain, and Education, 1(1), 3–10.

Mora, F. (2013).  Neuroeducación: solo se puede aprender aquello que se ama. Alianza Editorial.

UNESCO. (2021).  Futures of Education: Reimagining our futures together. París: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

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