10 de agosto de 1809.

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«Los cimientos de la Patria para que sean perdurables tienen que amarse con sangre«

A finales del siglo XVII las trasformaciones en el mundo occidental eran inminentes como consecuencia de la Ilustración y de la Revolución Francesa; América era una hoguera, cuya chispa fue encendida por el pueblo valeroso del Ecuador, el carácter y resolución de unos cuantos patriotas impulsó a dar el Primer Grito de la Independencia Hispanoamericana. La figura de Eugenio Espejo, con su influencia como sociólogo y humanista, motivó a dar el primer paso de muchos en América.

Una época marcada por un pueblo cansado de los abusos, bajo la sombra de los privilegios con los que se mantenían las colonias españolas, elementos que fueron leña seca para la hoguera libertaria que se estaba formando, constituyendo la revolución de las Alcabalas y la Sublevación de los Estancos, acontecimientos precursores que marcaron un verdadero hito en la independencia por sus características subversivas.

Próceres como Juan de Dios Morales pudieron materializar una aspiración justa que se concretó el 10 de agosto de 1809; la noche anterior en la sala de la residencia de doña Manuela Cañizares, junto a la Catedral Metropolitana de Quito, se reunieron patriotas como Montúfar, Quiroga, Morales, Ante, Larrea, Salinas y otros esforzados patriotas, para constituir la Junta Soberana de Gobierno.

La mañana del 10 de agosto, el Dr. Antonio Ante personalmente se dirigía al presidente de la Real Audiencia don Manuel Urriez, Conde Ruiz de Castilla, cesándolo de sus funciones y poniendo en su conocimiento que la Junta iniciaba la transformación política; en forma paralela la guarnición comandada por don Juan Salinas, salió a la plaza principal, dando vivas del hecho histórico para Quito, el Ecuador y América.

La acción insurrecta del movimiento revolucionario emancipador en contra de la corona española sembró la semilla y América siguió su ejemplo.

Hoy enfrentamos a una nueva clase de colonización, de nuevas castas de dominio frente a las masas, pseudos líderes populistas que marcan sus acciones con una amnesia histórica; tal como lo describe Víctor Díaz Gajardo en su obra “Amnesia histórica o negación de la memoria”, quien caracteriza este fenómeno social por la identificación de tres factores:

“1) rechazo al saber histórico y al pensamiento crítico;

2) repudio al compromiso con el presente; y

3) desvaloración de la cultura propia”;

factores que lamentablemente podemos identificar en todas las instituciones del Estado, en todos los niveles y estratos sociales.

Afirmación que es concordante con los resultados del estudio “Wellcome Trust centre for Neuroimaging” de la Universidad de Londres, en donde se demostró que,

“la amnesia impide imaginar el futuro”,

“las personas que olvidan el pasado están condenadas a vivir sólo en el presente”.

Se puede concluir que conmemorar hechos históricos, no es solo una cuestión de ceremonias, sendos discursos y ofrendas florales; su trascendencia debe ser complementada con foros de análisis que no se limiten a meros acontecimientos; se demanda de un análisis holístico del proceso que tuvo como resultado los importantes hechos históricos del 10 de agosto de 1809.

Analizarlos permitirá recuperar la memoria histórica, dando un verdadero sentido cívico a las fechas que se marcan en el calendario, rescatando la memoria histórica, afianzando el compromiso de las nuevas generaciones con el presente, que les permita a la vez dar un sentido de pertinencia y de país, para poder proyectarse como un Ecuador libre y soberano.

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