Cambio de paradigma para llegar al objetivo.

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Las empresas privadas como empresas e instituciones públicas de la región, llevan años tratando de implementar en sus organizaciones modelos de gestión que les permitan ser más ágiles, cada uno con un objetivo diferente, las empresas privadas buscando la rentabilidad de su inversión y el sector público buscando minimizar la “tramitología” en sus procesos.

Muchas de estas iniciativas entre las que podemos citar, la GESTIÓN POR PROCESOS, concebida como una forma de planificar, organizar, dirigir y controlar las actividades, de manera transversal y secuencial, a las diferentes unidades de organización de las entidades públicas, para satisfacer las necesidades y expectativas de los ciudadanos, así como cumplir los objetivos institucionales; al final podemos afirmar que no ha tenido el éxito que se esperaba; las razones son múltiples y diversas, pero en muchos casos se debe a que sus directivos/gerente/jefe/comandante comparten las metodologías con planteamientos erróneos, tradicionales y desgraciadamente bastante comunes.

A la gestión por procesos se pretende sumar un componente más, como es la AGILIDAD, entendida como la toma de decisiones en forma más rápida. Sin embargo, la VELOCIDAD, no es AGILIDAD. El concepto de agilidad requiere a más de la velocidad, el ser flexible; este último entendido como la capacidad de adaptar la propuesta a medidas de las circunstancias, con actitudes y doctrina lo que se ha denominado AGILISMO.

Otro problema habitual es confundir la agilidad con una metodología; siendo la agilidad es una mentalidad desde la que se enfrentan los problemas. Un mindset que nos lleva a querer crear valor de una manera más rápida y flexible, con la finalidad de entender en forma holística, cuál es el objetivo/meta/misión/estado final deseado.

Partiendo de esta mentalidad se pueden usar distintas metodologías incluso crear una propia. Pero sin esa mentalidad y manera de enfrentar los problemas, cualquier herramienta que usemos la hacemos inútil.

En resumen, “la agilidad requiere un cambio de mentalidad y de cultura organizacional. Si no somos capaces de entender y prever el impacto que este cambio adaptativo supone para la organización, es muy probable que caigamos en todos estos errores habituales. Por tanto, no se puede ser más ágil sin antes desafiar muchos supuestos tradicionales desde los que no es factible desarrollar la agilidad”.

Este es el reto que tienen los directivos/gerentes/jefes/comandantes, dejar a un lado los modelos tradicionales, que son incompatibles con la AGILIDAD, considerando que la tecnología, gente y en sí el escenario son diferentes.

Modificado del artículo “la agilidad no es eso”, de Ignacio Martín Maruri.

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